lunes, 19 de septiembre de 2011

Porque todavía me pongo de puntillas para poder llegar a la parte superior del armario, porque cuando lloro voy corriendo hacia mi madre para que me de un abrazo, porque todavía cuento ovejas para dormir.
Por todo eso y mucho más sigo siendo la misma niña a la que le da miedo la oscuridad y los fantasmas. La que pone la música a tope para olvidarse de los problemas y sigue pensando que hay monstruos debajo de la cama. La misma que cree en cuentos de hadas y espera a su príncipe azul.
Y es que todos somos niños hasta que dejamos de creer que lo somos.